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Consejos generales a los padres

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GENERALIDADES

Sería vano creer que el curso por correspondencia sea una solución ideal o una solución fácil. Puede ser necesaria, a causa de la desgracia de los tiempos, para que su hijo no sea pervertido por la caída vertical de los niveles escolares y de la moralidad en las escuelas y colegios. Pero resulta esencial ser consciente de los inconvenientes y las dificultades específicas de la escolarización por correspondencia.

En primer lugar, su hijo o hija estará solo. No se beneficiará del cuadro habitual de la escuela, del medio educativo, de la disciplina, de la concurrencia de otros niños de su edad, de las explicaciones de enseñantes presentes. Su hijo va a encontrarse librado a sí mismo, frente a libros e impresos, frente al muro de su habitación, o a la ventana, tras la cual multitud de cosas entretenidas se desarrollan ante sus ojos. Y, a menos que creamos en los delirios de Jean Jacques Rousseau, hay que recordar que la naturaleza está herida por el pecado original, y una de sus notas dominantes es la pereza. Se verá tentado de jugar más que de trabajar, y de hacer trampas para recuperar el tiempo perdido.

Verdaderamente, si no se vela sobre él, el resultado de esta forma de escolaridad podrá resultar lamentable. Su hijo no hará nada, hará trampa y cogerá este hábito, se instalará en la pereza, no aprenderá nada, se convertirá en un mal estudiante. Este fenómeno explica el origen de la mala reputación de los cursos por correspondencia.

Para evitar en lo posible los inconvenientes de la enseñanza a distancia, es necesario insistir en el papel del curso mismo y también en el papel educativo de los padres.

CURSO CATÓLICO

El propio curso no sería serio si se organizara con el fin de “hacer dinero” y no para salvar a los niños. Esta es la finalidad que persigue el curso Santo Domingo Savio y Santa María Goretti.

Hay que decir en este punto que aquellos que han escrito y organizado el Curso, previsto el ritmo semanal, concebido los soportes por materia, lo han llevado a cabo a título voluntario. Incluso si las necesidades de la vida imponen en justicia indemnizar los gastos que se siguen de ciertas prestaciones, todos aquellos que colaboran quieren que esta obra permanezca en primer lugar ordenada a la Gloria de Dios y la Salvación de los niños.

Dicho esto, la perfección permanece como un ideal hacia el que debe tenderse; a pesar de los esfuerzos constantes de cada uno, ustedes encontrarán probablemente defectos en ciertos soportes del curso. Son revisados cada vez que una dificultad real queda señalada por un corrector, los padres o los adultos encargados de ayudar a los niños a trabajar; su comprensión, su experiencia y su ayuda serán apreciados en este sentido. En la práctica, es preferible señalar por escrito (correo postal, correo electrónico,…) los errores o los defectos descubiertos en su nivel.

Para que la aportación pedagógica de un curso por correspondencia beneficie lo más posible a su hijo, es necesario, por experiencia, insistir en los puntos siguientes:

Una organización material

Una organización material lo más rigurosa y los más eficaz posible: suministros completos de libros y documentos necesarios; rapidez de las respuestas y de los circuitos de correspondencia; claridad de las correcciones; eficacia del secretariado. Para paliar los períodos de las huelgas, y la degradación de los servicios postales, es primordial el uso de todo medio adaptado (teléfono, correo electrónico, …) a fin de permanecer en contacto con el Curso, en particular con el Secretariado.

Una pedagogía adaptada

Una pedagogía adaptada al modo de enseñanza por correspondencia. Un libro de clase escrito sirve de soporte a las explicaciones del profesor. No obstante, estas explicaciones no se dan y no pueden ser enteramente remplazadas por las de los padres o del preceptor. Se hace necesario entonces un estilo diferente. He aquí la razón por la que casi todos los soportes del curso han sido enteramente escritos y compuestos por enseñantes deseosos de aplicar la Carta del Curso, bajo forma informatizada y fotocopiada según las necesidades, de modo que pueda ir mejorándose con la experiencia progresivamente adquirida.

La corrección de deberes

Debe desarrollarse un intercambio lo más amplio posible entre el alumno y el profesor en lo referente a la corrección de deberes. El alumno puede y debe pedir explicaciones. El profesor puede y debe hacer rehacer ciertos deberes o ejercicios que no estuvieren bien hechos con la finalidad de evitar al alumno la repetición de faltas “por costumbre”… etc.

Un control

Un control lo más eficaz posible de los conocimientos adquiridos debe organizarse anualmente, según las posibilidades de lugar y de fecha que les serán precisados en su momento. Existe, no obstante, el riesgo de que esta disposición sea difícil a las familias por las cargas y gastos que supone así como por los problemas de distancia. La utilidad y eficacia de estas pruebas son de tal modo incontestables, evidentes, que sería una lástima privar de ellas a los alumnos.

LA ORGANIZACIÓN DE LAS JORNADAS DE CONTROL PEDAGÓGICO ES PESADA
RESPONDER EN EL TIEMPO INDICADO A LAS CIRCULARES FACILITA EN GRAN MEDIDA LA LABOR DE AQUELLOS QUE ESTÁN AL CARGO DE DISPONERLAS.

EL PAPEL DE LOS PADRES

Ya hemos dicho que la escolaridad por correspondencia no es una solución fácil, especialmente para los padres. Sea cual sea la seriedad del curso utilizado, el resultado educativo depende en gran medida de su intervención. La de los enseñantes es lejana y únicamente por escrito. Es pues a los padres a quienes incumbe la labor, el reemplazo, las explicaciones para ayudar a los niños. No se hagan ilusiones puesto que esto pesará grandemente sobre su empleo del tiempo, sobre su fatiga. Es necesaria la paciencia, la tenacidad, el valor. Piénsenlo bien; prevéanlo; y no adopten la escolaridad por correspondencia más que si realmente no existe para ustedes otra solución viable.

De otra parte, ustedes deben todo a sus hijos; su educación cristiana es uno de sus primeros deberes de estado; relean la encíclica “Divini illius magistri”; recuerden que existe materia de pecado grave en el hecho de confiar a los hijos a escuelas que no son católicas…

Si no existe otra solución hay que escoger la que queda aunque sea pesada. Y rezar para recibir las gracias necesarias al cumplimiento del deber propio.

Expuesto lo anterior, lean atentamente las instrucciones que siguen, y persuádanse de que su intervención es esencial en los puntos siguientes:

En primer lugar, la disciplina recae enteramente en sus manos. A ustedes les toca imponer horarios y mantener la seriedad en el trabajo. Dejado a su suerte, el niño no se sostendrá o bien poco, y cada vez menos a medida que las semanas avancen.
El primer control del trabajo también les toca. Es necesario imponer los trabajos y las lecciones en los tiempos requeridos, verificarlos, hacerlos recitar.

Únicamente ustedes pueden hacerlo.

La vigilancia del trabajo es esencial, en particular sobre los deberes a llevar a cabo. La trampa es un hábito que se adquiere pronto, y que les es necesario evitar a todo trance.
Los consejos y las explicaciones finalmente son a menudo necesarias y con frecuencia pedidas por el alumno que no comprende y que aprende progresivamente a trabajar solo.

Pero, atención:

Un defecto grave proviene muy a menudo del exceso de celo de los padres. Si ayudan demasiado a sus hijos, se arriesgan a ir demasiado lejos. Serán ustedes quienes habrán hecho su trabajo. Las notas serán buenas. Creerán que el resultado es bueno, y el día del examen se llevarán una terrible desilusión, puesto que el niño se encontrará entonces dejado a sí mismo, solo ante su copia, y ¡quedará al descubierto que no habrá asimilado nada de lo que tanto tiempo y esfuerzo les costó!

He aquí uno delos principales escollos a evitar, y que puede desembocar en un fracaso completo. El buen resultado se obtendrá si el alumno aprende a trabajar solo. Para ello ustedes deben aconsejarle, guiarle, explicarle, sobre todo enseñarle a buscar y a encontrar la solución por sí mismo; jamás resolverle la dificultad ustedes mismos, ni hacer el trabajo o resolver el problema delante de él o en su lugar.

Un ejemplo simple aclarará esta cuestión: “Papa, ¿qué significa esta palabra del dictado que estoy preparando?” “Esta palabra significa…”. El fruto educativo se ha perdido. Han resuelto el problema, el niño olvidará la palabra y su significado tras el siguiente descanso. Al contrario: “Papá, ¿qué significa esta palabra del dictado que preparo?” “¿Cómo? Coge tu diccionario y búscala, después ven y explícamela”. Entonces el niño la busca. Tomará la costumbre, el hábito del esfuerzo; conocerá su alfabeto; se verá forzado a retener la ortografía de la palabra para encontrar su significado; al mismo tiempo habrá podido reparar en otras que habrán despertado su interés, y enriquecido su vocabulario; habrá hecho funcionar su “sentido común” y retenido el significado de la palabra. Y, durante la comida del día siguiente, ustedes le harán explicar el significado de la palabra a sus hermanos y hermanas…

EL PRECEPTORADO

El papel de los padres es por lo tanto esencial. Pero ¿podrán llevar a cabo esta labor? ¿dispondrán del tiempo necesario? ¿de la libertad de espíritu que implica? ¿de las competencias requeridas?

Si las dificultades surgen aquí, lo que ocurre a menudo, la fórmula del preceptorado en cuanto sea posible se aconseja vivamente. Es necesario encontrar entonces a la persona adecuada que les secunde. Quizá les fuera posible agruparse con otras familias para compartir los gastos.

Para que esta fórmula del preceptorado dé buenos frutos, hay que atender a la cuestión de la autoridad. Un buen preceptor debe ser persona de buenas costumbres y de buena doctrina amén de estar dotado de autoridad. No debe hacer el trabajo de los niños sino obligarlos al esfuerzo, mantener la disciplina y el orden, controlar, supervisar y guiar a los niños.

Se apreciarán sus calificaciones pedagógicas si las aporta, pero éstas se situarán en segundo plano. Es preferible una persona poco competente pero con autoridad a una persona competente desprovista de ella.

DIRECTRICES PRÁCTICAS (a releer de tanto en tanto)

REPARTICIÓN DEL CURSO

Los cursos quedan repartidos sobre un programa de 20 semanas en Terminal, 25 semanas en Première y 30 semanas para el resto de clases. Los padres disponen estas semanas a su gusto durante un año escolar normal de 10 meses (de septiembre a junio). No es provechoso alargar el trabajo; el esfuerzo del alumno debe ser regular.

POR RAZONES PRÁCTICAS, LOS SOPORTES DEL CURSO, DOCUMENTOS Y OTROS ÚTILES PEDAGÓGICOS SE REMITEN EN TRES PARTES DE 10 SEMANAS. LA ACTIVACIÓN DE CADA ENTREGA LA LLEVA A CABO AUTOMÁTICAMENTE EL SECRETARIADO EN FUNCIÓN DEL ENVÍO DE DEBERES, Y TRAS LA RECEPCIÓN DEL PAGO DEL TRIMESTRE CORRESPONDIENTE.

Se recomienda vivamente no comenzar demasiado tarde ya que el tercer trimestre resulta siempre demasiado corto para terminar el curso. Es preferible tomar 11 semanas para cada uno de los dos primeros trimestres, y dejar 8 para el restante.

Serán los padres o el preceptor quienes tomen las disposiciones de detalle necesarias sobre las semanas en que deberán tomarse días de descanso, en particular fiestas religiosas o de obligación, con la finalidad de dar con el número conveniente de semanas y horas de curso. Por experiencia, resulta peligroso iniciar el curso después del 15 de septiembre.